viernes, 21 de agosto de 2015

El umbral de la eternidad

No sé si será vuestro caso, pero mi época de estudiante la Historia Universal que se veía en el instituto llegaba, con suerte, hasta la II Guerra Mundial; de ahí en adelante era todo demasiado reciente como para haber entrado todavía en los libros de texto. Los años cincuenta y sesenta eran casi presente, aún no habían entrado en los manuales porque sus repercusiones todavía formaban parte de la actualidad informativa que aparecía a diario en los informativos de aquellos años setenta y ochenta: la guerra fría, el muro Berlín, el Pacto de Varsovia, la URSS y sus satélites frente a unos EEUU tratando de imponer la Democracia a su modo por el mundo. Todo lo que ocurría en esos años aún era presente y cada uno lo contaba según le convenía a su bando. Así que no me queda otra que dar las gracias a Ken Follet por haberse lanzado a la aventura de novelar la historia del siglo XX en esta magna trilogía y aproximarnos así a unos acontecimientos históricos, ya desde la perspectiva que dan los años transcurridos, haciéndonos revivir de manera amena nuestra Historia más reciente.

Este fascinante periodo de la segunda mitad del siglo es el escenario temporal que abarca esta tercera entrega de la Trilogía del Siglo, titulada "El umbral de la eternidad". En ella conocemos los hechos históricos desde dentro, desde los núcleos de decisión política, a través de unos jóvenes protagonistas que en distintas partes del mundo ocupan puestos cercanos al poder, desde el ayudante del líder soviético Jruchev, al abogado de color, activista por los derechos civiles, que logra entrar en el gabinete de Bobby Kennedy, los jóvenes alemanes de familia de tradición socialdemócrata atrapados en el Berlín oriental por la construcción del fatídico Muro o aquellos que sueñan con triunfar en la música pop.

Como en las otras dos novelas de la trilogía, los personajes principales son muy numerosos, tanto los ficticios como los históricos, pero a pesar de ello no es difícil seguir las tramas ya que en seguida nos ubicamos en el lugar y el momento de los numerosos hilos que nos van contando la vida de  los personajes, que no sólo se dedican a trabajar sino que también viven, aman, odian, luchan por sus ideales, buscan la libertad o cumplir sus sueños dentro del marco social y político que a cada uno le toca soportar. Junto a los hechos históricos hay mucho de romance, mucha escena de cama, es la época del amor libre, de la liberación sexual de los sesenta en todo su esplendor, porque no todo son los dramas del asesinato de Kennedy o la guerra de Vietnam, la crisis de los misiles de Cuba o las luchas internas del Kremlin; los personajes viven y sobreviven a un tiempo convulso, desde Moscú a San Francisco, vamos pasando de la represión comunista al libertinaje de los hippies, de los avances de los laboristas ingleses a los segregacionistas sureños de América llegando a los años 80 de Jimmy Carter, Reagan, Gorbachov con su perestroika, el polaco Lech Walesa y el histórico sindicato Solidaridad, culminando con la caída del Muro de Berlín.

Mucha Historia con mayúsculas pero vista desde el momento en que ocurre, a pie de calle, con la cotidianeidad de los ciudadanos que vieron suceder los hechos ante sus ojos, contada con la agilidad de la que siempre ha hecho gala Ken Follet, que es capaz de hacer que una novela de más de 1000 páginas no se haga larga ni pesada, que siempre estén pasando cosas, moviéndonos de un escenario a otro, de un protagonista a otro, además de ir cruzando constantemente los hilos narrativos y las vidas de todos ellos, añadiéndole el mérito de que está recreando unos hechos que ya conocemos, que sabemos cómo transcurrirán, pero que se nos presentan cercanos y comprensibles, fundamentalmente porque los contemplamos desde el lado humano de aquellos que participaron en ellos, los padecieron y los superaron. De esta manera brillante cierra por tanto Ken Follet con honores su trilogía de un siglo XX en el que tantas cosas ocurrieron y tantas cosas cambiaron para siempre.

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