lunes, 6 de abril de 2015

El balcón en invierno

Tengo una especial predilección por las novelas biográficas, por los relatos en los que el autor nos permite asomarnos a su vida y a sus mundo y esta última obra de Luis Landero, "El balcón de invierno", es una excelente oportunidad de conocer más a fondo a uno de las grandes figuras de la narrativa nacional, además de acercarnos a través de su experiencia personal a lo que fue la vida de tantas personas que crecieron en los últimos años del franquismo, que procedentes de las zonas rurales vivieron o padecieron la fuga masiva de población a las ciudades, el abandono del pueblo, la urbanización acelerada de las capitales y la aparición de una nueva clase de pobreza de los que no disponían ya del medio de vida que aseguraba el mundo rural y malvivían entre la abundancia engañosa de la nueva prosperidad urbana. Pero ese cambio de escenario también supuso el descubrimiento de un nuevo mundo de posibilidades, de una realidad que no es que no conociesen antes, sino que no existía hasta entonces, la modernidad, el bullicio de las ciudades y la posibilidad de convertirse en cualquier cosas que antes ni siquiera se hubiera podido ni imaginar.

El autor se presenta a sí mismo desde su primera infancia y juventud como un ser dividido entre abundantes dilemas que conviven en la misma persona, su disyuntiva entre el campo y la ciudad, entre sus deseos y los planes de su padre, el sentirse fuera de sitio tanto entre los obreros como entre los estudiantes, los pobres y los burgueses, porque en su familia eran de todo eso pero no era nada tampoco: emigrados a Madrid desde Extremadura, con tierras de las que obtenían rentas no eran ni adinerados ni pasaban necesidades, no acaban de integrarse en la ciudad, con una constante añoranza de la vida del pueblo, del campo y sus placeres.

Y sobre todas estas vivencias se cierne siempre la sombra de la figura de su padre, de las aspiraciones que tenía en el hijo que incluso después de muerto lo persiguen con la certidumbre de no haber sido nunca el hijo que deseó, de no haber alcanzado las expectativas que sobre él tenía de que estudiara y se convirtiera en un abogado de éxito, en ingeniero, que pudiera presumir ante la gente gorda del pueblo. El autor es el adolescente que a la temprana muerte del padre queda convertido en cabeza de familia y que no sabe hacia dónde dirigirse con su propia vida, una vida que él mismo confiesa que durante tantos años nunca encontró su camino, su vocación, su lugar en el mundo, el joven Landero alterna sus estudios con trabajos diversos sin saber a qué se dedicará, sin encontrar su sitio, sin decidir cómo se ganará la vida, si de obrero, de guitarrista, si estudiar o seguir trabajando en lo que surja:
"...y ese ha sido siempre el signo de mi vida, la ambigüedad, el desarraigo, el merodeo, la vaguedad de los contornos, la indefinición de las tareas."
Este no sentirse parte de ningún grupo ni de ninguna clase ni de ningún colectivo, este encontrarse extraño en todas partes, de no saber nunca ni él mismo qué quería hacer de su vida, le llena de sensación de tristeza, de fracaso permanente. Hasta que por fin llega el descubrimiento de la poesía como destino necesario, su tardía y autodidacta relación con los libros y el surgimiento de su verdadera vocación, su destino definitivo que habría de ir unido necesariamente al mundo de las letras.

Todos estos recuerdos van aflorando mientras se encuentra acodado al balcón de su casa, junto a su madre, poco después de haber muerto su padre y en un simulado diálogo que en realidad es un monólogo en el que va desgranando una autobiografía de los sentimientos, de los afectos, de los temores y de las ausencias que le perseguirán para siempre, yendo adelante y atrás en el tiempo a lo largo de su historia personal y de la de su familia, desde sus orígenes rurales hasta su presente urbano. En otros momentos lo encontramos en el momento actual, angustiado frente a una hoja en blanco o ante una novela que no termina de cuajar, pero todo el rato continúa el mismo discurso en el que el autor nos abre su corazón y nos muestra sus orígenes, su evolución como persona y escritor y las bases sobre la que se edifica todo su mundo personal y creativo, su infancia y su pueblo como paraíso perdido del que una vez tuvo que salir para enfrentarse al mundo y nos lo cuenta con intensidad, nostalgia, una evocación de lo que se perdió en el tiempo y que sin embargo siempre le acompañará como memoria de aquello que lo configuró como persona y que el autor nos concede el placer de compartir con él.
"Y pasó el tiempo, y el pueblo y el campo fueron quedando atrás, cada vez más atrás, pero ya inalterables en el ámbar de los recuerdos y sentimientos infantiles, ajenos a las mudanzas del tiempo, congelados en la memoria para siempre."

4 comentarios:

  1. No he leído aún nada del autor y tal y como lo cuentas, no me importaría nada empezar por éste.
    Besotes!!!

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    1. Tampoco yo lo había leído antes y creo, en efecto, que es una buena forma de iniciarse con él. A ver si te gusta.
      Saludos.

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  2. Pues yo tampoco he leído nada de este autor y puede que empiece por este, a ver qué tal. Besos.

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    1. Por lo que he visto, toda su obra es bastante autobiográfica, por lo que esta puede ser una buena opción para acercarse al mundo del autor. Ya nos cuentas lo que te parece.
      Saludos.

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