domingo, 31 de agosto de 2014

Regreso a tu piel

En ocasiones damos por descontado que si un libro nos ha conquistado esto se va a repetir de manera automática con cualquier novela del mismo autor con la que nos encontremos en el futuro, pero resulta que la cosa esta de escribir no es una ciencia exacta y las fórmulas no necesariamente funcionan siempre, así que a pesar de que con "Palmeras en la nieve" quedé encantada con Luz Gabás, no ha ocurrido exactamente lo mismo con esta, su segunda novela, "Regreso a tu piel". En esta ocasión nos encontramos con la historia de Brianda, una joven relativamente feliz, con un buen trabajo y un novio del que está enamorada y, supuestamente, ningún problema en la vida, hasta que comienza a sentir una inexplicable angustia, unas extrañas visiones que la llevan a alejarse de su vida cotidiana y refugiarse temporalmente en el pueblo natal de su madre, donde todavía vive su tía, para tratar de recuperarse de su extraño padecer. Pero este regreso a las montañas no hará más que acentuar su situación hasta el punto que comenzará a confundir su propia existencia con la de otra Brianda, una antepasada suya de idéntico nombre que habitó aquellas tierras allá por el siglo XVI y cuya historia comenzará a revivir como propia.

Reconozco que debe de haber algo inscrito en mi código genético, tal vez un gen híper realista que me pone en guardia cuando veo asomar elementos irracionales y mágicos en una novela y que me distancian del relato, me hacen mantener una distancia prudencial con él. Y si encima esto se une a que de tanto en tanto me tropiezo con alguna escena con un acentuado estilo romántico con enigmáticos caballeros montados en negros corceles, entonces, como dirían en mi tierra, "apaga y vámonos", desaparece por completo el feeling con esa lectura y difícilmente logro conectar con ella.

Y lo cierto es que toda la trama de esta novela que tiene lugar en la época medieval me ha encantado, me ha parecido apasionante la historia de la antigua Brianda, las luchas entre los distintos señores de las montañas entre ellos y contra el rey y las duras condiciones del medievo donde debe aprender a sobrevivir Brianda como heredera del señorío de Lubich, la arriesgada vida de una mujer en un cruel mundo de hombres. Toda esta parte es más interesante y más entretenida que la que transcurre en la actualidad, por lo que, para mi gusto, el relato tarda demasiado en cambiar de una época a otra, igual que encuentro que las artimañas para combinar ambos ámbitos temporales resultan forzadas y poco naturales, casi infantil el recurso a las regresiones al pasado y las visiones. La parte del presente me parece una excusa para contarnos la vida de Brianda de Lubich, una historia que sí que tiene fuerza e interés, pero combinada con los aspectos paranormales, las brujerías y demás fenómenos que en un marco del siglo XVI podrían encajarme, pero que trasladado al siglo XXI me han sobrado por completo.

Es por tanto esta una novela con un buen argumento de base y con una extraordinaria ambientación histórica pero que para mi gusto falla por el planteamiento de la estructura por la que ha optado la autora, al alternar las dos épocas de un modo tan "esotérico", cuando podría haberse limitado a escribir una buena novela histórica y punto.

lunes, 25 de agosto de 2014

Los buenos suicidas

"Los buenos suicidas"es la segunda novela del escritor catalán Toni Hill, y continuación de "El verano de los juguetes rotos" que leí hace no mucho tiempo. Como se puede comprobar, no he faltado a mi palabra de ponerme con ella tan pronto como he podido, y es que la anterior me dejó un buen sabor de boca y tenía ganas de repetir con este autor. En esta nueva entrega ya no nos encontramos en verano, han pasado seis meses desde aquellos hechos y se acaba de iniciar el nuevo año. Si bien reencontramos a los mismos personajes de la novela anterior, el inspector Héctor Salgado, su ayudante, la agente Leire Castro, apartada del servicio debido a su avanzado estado de gestación, la subinspectora Martina Andreu y, en fin, los mismos habitantes de la comisaría de los mossos d'esquadra de Barcelona, con alguna nueva incorporación, ello no supone que esta novela tenga que leerse obligatoriamente a continuación de aquella anterior, aunque sí reconozco que ayuda a situarse y a empatizar desde el principio con los personajes, al conocer previamente sus antecedentes personales y profesionales. Así ocurre con el caso de la desaparición de Ruth Valldaura, la exmujer de Salgado, que sigue sin resolverse. El inspector continúa visitando periódicamente al psicólogo y tratando de seguir adelante con su vida y ocuparse lo mejor posible de su hijo adolescente, mientras que la agente Castro decide reincorporarse extraoficialmente al trabajo, incapaz de soportar la obligada inactividad que su estado le impone y decide retomar, a espaldas de su superior, la investigación del caso que continúa, seis meses después, en punto muerto.

Y si en la anterior novela el sofocante calor del verano lo cubría todo, ahora acabamos de pasar las fiestas navideñas, fechas no muy gratas para nuestros protagonistas que no son precisamente gente familiar. En este inicio de año el inspector Salgado se enfrenta al suicidio de una mujer en el metro de la ciudad, un hecho que podría pasar más bien desapercibido si no fuera porque, casualmente, resulta que la suicida trabajaba en la misma empresa que otro individuo que acabó con su vida y la de su mujer e hija pocos meses antes. Esa extraña coincidencia es la que enciende las luces de alerta en Salgado que decide investigar los motivos reales de ambas muertes.

La novela está muy bien escrita, diría yo que supera a su antecesora, resulta más compleja y más completa. La trama está muy bien hilada y profundiza bastante acertadamente en los distintos personajes, tanto protagonistas como secundarios. La narración es ligera y se lee sin dificultad, de manera que es fácil acabarse el libro en pocos días, manteniendo todo el rato el interés, especialmente al final, cuando debe desvelarse la trama. Sin duda, una novela recomendadísima para estas vacaciones y, por si alguien no se ha iniciado aún con Toni Hill, recomendaría incluso leerse las dos novelas seguidas, a pesar de que cada una supone un caso diferente, los temas en común permiten verlas como dos capítulos de una misma serie; no son demasiado largas ninguna de las dos, se leen fácilmente y resultan muy entretenidas. Es una opción muy válida para las largas tardes del verano. Y además, así ya estaremos listos para recibir la siguiente entrega de la serie que, estoy convencida, tiene que llegar, sí o sí.

sábado, 16 de agosto de 2014

La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey

Uno de los títulos más largos y con más chispa, sin duda, de entre las novelas publicadas en los últimos años es el de "La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey" de la escritora Mary Ann Shaffer (con la colaboración de Annie Barrows) La novela tiene ya algún tiempo y fue un gran éxito de público. Afortunadamente, de vez en cuando podemos volver atrás unos cuantos años y rescatar novelas que van quedándose perdidas en la lista de lecturas pendientes, como así me había ocurrido con esta, con la que he podido comprobar que tenía justificación la buena acogida que los lectores le mostraron en el momento de su publicación.

El libro es muy agradable de leer, a pesar de estar escrito en estilo epistolar basado íntegramente en el intercambio de cartas y mensajes varios entre la desenfadada escritora Juliet Ashton, joven inglesa bastante atolondrada y gran aficionada a la lectura y a la agitada vida social londinense y diversas personas de su entorno: su amigo y editor Sidney, su mejor amiga y hermana del anterior, Sophie, pero sobre todo con los miembros de la curiosa Sociedad literaria que da título al libro. El tono humorístico de la novela se agradece bastante, incluso cuando el relato se centra en los hechos más dramáticos relativos a la Guerra mundial y a sus efectos especialmente devastadores en Inglaterra, particularmente en Londres y, lógicamente, en los años de la ocupación alemana a la isla de Guernsey. Los constantes apuntes humorísticos, con ese fino humor inglés al que tan bien se le da hacer caricatura del drama y burlarse de lo más serio sin ser grosero, con esa manera de ser capaces de dejarse en ridículo a ellos mismos con un comentario sutil que nunca cae en el chiste, facilita el pasar por los hechos dramáticos de la guerra, a la vez que introduce el deseo de la vital y resuelta Juliet de dejar atrás los duros años pasados y disfrutar de la nueva época de paz lo más felizmente posible.
«el humor es la mejor manera de hacer soportable lo insoportable»
A raiz de una carta recibida de un habitante de la isla Guernsey, de nombre Dawsey Adams, que se pone en contacto con Juliet para solicitarle que le envíe algo de lectura interesante que palíe en parte el aislamiento que, aún terminada la guerra, continúan sufriendo en las islas del canal tras la ocupación alemana que los mantuvo completamente aislados del resto del mundo durante varios años, se iniciará una relación epistolar con los diversos miembros de la curiosa sociedad literaria a través de la cual Juliet es informada de las actividades de este variopinto grupo de vecinos que se constituyeron en sociedad literaria por pura necesidad. A través del intercambio de cartas los habitantes de la isla van contando anécdotas de lo que fueron los cinco años de ocupación y cómo esquivaron las estrictas normas de los invasores para tratar de continuar haciendo una vida lo más normal posible. La obra está llena de bromas literarias en torno a novelas o personajes de ficción, sobre autores de éxito como Oscar Wilde o Jane Austen que participan de algún modo en las tramas y se citan constantemente títulos, algunos de los cuales he disfrutado como "Orgullo y prejuicio" o “Elisabeth y su jardín alemán” y otros muchos de los que he tomado buena nota por si algún día les encuentro un hueco. En cualquier caso, por uno u otro motivo, los personajes de la novela ven cómo su vida gira en torno a la literatura de una u otra manera, las novelas les entretienen, les abren al mundo, les ayudan a vivir.

La pequeña isla de Guernsey es un punto insignificante en el mapa de una Europa devastada por la guerra, pero sus habitantes, cada uno con sus historias particulares, reflejan todo el drama y el horror que la guerra trae a cada individuo en particular; cada pequeña anécdota, cada vida desperdiciada es tan valiosa y tan digna de ser contada y reflejan la realidad del conflicto como las más heroicas hazañas militares y las crónicas de las grandes batallas. A pesar de todo esto, el tono general de la novela no deja de ser básicamente humorístico, se lee con una sonrisa permanente en los labios, por las bromas y los constantes comentarios irónicos, tan ingleses y tan refinados en su estilo de humor, también por el retrato de los sencillos personajes que habitan la isla, simples enamorados de los libros algunos, indiferentes a la cultura otros pero todos se acaban haciendo de querer.

Interesada en conocer la razón de la doble autoría de la novela, he descubierto que Mary Ann Shaffer no logró finalizar su novela al verse sorprendida por una grave enfermedad, por lo que fue su sobrina y también escritora Annie Barrows la que la terminó y publicó en su nombre. Una preciosa obra póstuma de una mujer que, al igual que le ocurre a la protagonista Juliet, se enamoró de la isla de Guernsey y quedó impresionada con la historia de su ocupación, tanto como para convertirla en objeto de su única novela. No es poca cosa publicar una sola novela en la vida si en ella es posible dejar, como ocurre en este caso, un importante testimonio de unos hechos como los ocurridos en Guernsey durante la II Guerra Mundial y hacerlo, además, de manera tan entretenida.

viernes, 8 de agosto de 2014

La noche soñada

En esta segunda novela de Màxim Huerta que leo, "La noche soñada", nos trasladamos a un pequeño pueblo de la Costa Brava llamado Calabella en la víspera de la celebración de San Juan de 1980. Allí se anuncia a bombo y platillo la inauguración del nuevo cine de verano con la asistencia de una estrella invitada de excepción: Ava Gardner. Un día muy especial, sin duda, para Justo Brightman, un niño de doce años decidido a aprovechar tan señalado día para poner en práctica un plan que dará un vuelco a su vida. Treinta años después, Justo es un reputado fotógrafo que acude a Roma para celebrar el cumpleaños de su madre, decidido a contarle el secreto de lo que ocurrió aquella noche de San Juan. Pero ese misterio que vamos esperando que se nos desvele no es, afortunadamente, el elemento principal de la novela, a pesar de que es el punto sobre el que gira todo el relato. Lo fundamental de la trama es el apasionado amor de Justo por su madre, Teodora, una relación que raya en lo obsesivo, pero también tienen su papel destacado otras formas de amor cuyo amplio muestrario se nos va presentando, como son el amor de la tía Visi por su sobrino, el de los medio hermanos Justo y Liz, el primer amor juvenil, el amor sereno de la madurez, distintas visiones de las relaciones que unen a las personas y que están muy bien retratadas a todo lo largo de la novela.

El relato pasa por escenas de ritmo ágil pero también, con demasiada frecuencia, se atasca en darle vueltas al mismo asunto sin avanzar apenas. Así, el día central de los hechos, el 23 de junio, se nos narra con puntilloso detenimiento, en ocasiones excesivo, igual que se nos repiten escenas o imágenes que resultan reiterativas, el secreto que esperamos que se desvele se alarga demasiado en su intriga, da demasiadas vueltas sobre los mismos hechos ralentizando así la narración. El recurso por el cual pasamos varios capítulos sentados junto a Justo y su madre en un banco de iglesia en Roma mientras el protagonista va recordando el pasado, va tratando de confesarle a su madre aquel secreto que guarda desde entonces, en ocasiones hace que el ritmo se vuelva algo lento y pesado. Sin embargo, cuando estamos en plena narración, cuando la historia fluye, aderezada con los buenos retratos de los personajes y de las sensaciones, la lectura se lee vuelve ágil y engancha.

Un punto y aparte merece el referirnos a la ambientación de la casa familiar de Calabella, donde Justo y su padre son los únicos varones en un hogar donde conviven las nueve hermanas de Teodora, como las hijas de Bernarda Alba, nueve solteras que repasan anualmente sus mortajas y se sientan a bordar en el patio o a cocinar todas juntas, con clara influencia de los personajes del realismo mágico, o del universo lorquiano al que se homenajea claramente. Aunque de todas esas tías, sólo Visi llega a tener cierta entidad propia, siendo las demás un todo sin personalidades demasiado definidas. Otro recurso que emplea mucho el autor, demasiado para mi gusto, es el de salpicar el relato de frases cortas, categóricas, de esas de subrayar y sacar entrecomilladas, píldoras de filosofía de la vida que tal vez encandilen a muchos lectores pero que a mí me resultan colocadas de manera forzada para "hacer bonito".
"Soñar debería ser una asignatura, somos, si somos persistentes, lo que soñamos"
"A veces, ayer como hoy, se escucha el amor cuando más callado estás"
"Todos tenemos canciones que no llegaron a su destino"
Tal vez sea que tengo poca sensibilidad para según qué pensamientos profundos, para las frases empaquetadas para regalo.

A pesar de esto, es indudable la capacidad del autor de transmitir certeramente sensaciones y sentimientos, de crear imágenes evocadoras del mundo infantil y de las relaciones familiares, de los momentos de felicidad y esos que crean memorias que permanecen en la mente de las personas y les acompañan en su madurez, si bien en ocasiones estos elementos sentimentales se coloquen por encima de la narración mediante la abundancia de imágenes sueltas, sin conexión con el relato principal en forma de flashes momentáneos, recuerdos inconexos centrados en aquellas sensaciones, piezas sueltas que van configurando la historia a base de lo que muchas veces se intuye más que se sabe. Un estilo basado en parte más en el dibujo de las emociones y del los estados de ánimo, en la creación de atmósferas y la evocación de los instantes que en el puro relato de los hechos. Pero no negaré que Màxim Huerta, en esto, es un maestro.