domingo, 29 de diciembre de 2013

Noche de paz

Necesitaba algo así con urgencia: una novelita corta, sencilla, entretenida, con  final feliz y previsible. Tal vez me haya pasado un poco, porque lo cierto es que me he ventilado esta "Noche de paz" de Mary Higgins Clark escasamente en una tarde y una mañana. Inspirada en estas fechas navideñas aproveché las circunstancias para respirar un balón de oxígeno de simplicidad entre lectura y lectura echando mano de esta novela que sabía que cumpliría con las expectativas en ella depositadas, como siempre ocurre con esta autora, pues eso es lo que venía buscando en ella, el estilo elegante y sencillo de la reina de las novelas de misterio con un toque del glamour de la Gran Manzana, una lectura que no me hiciera pensar mucho, puro disfrute lector con poca exigencia mental.

Y es que de vez en cuando conviene desintoxicarse de lecturas densas y con carga emocional por detrás. En esta corta novela nos encontramos con una joven madre que en la noche de Nochebuena pierde a uno de sus hijos pequeños en pleno centro de Nueva York. Su angustia se acrecienta al tener a su marido convaleciente de una gravísima operación. En unas pocas horas se resolverá el asunto gracias al papel de la siempre eficaz y sagaz policía norteamericana y a la ayuda de los buenos ciudadanos que colaborarán en librar a esa madre del sufrimiento en una fecha tan especial como es la Nochebuena.

No se puede decir mucho más de esta novela, ni para bien ni para mal, es de esas obras que nunca serán premiadas ni pasarán a la Historia de la literatura, pero que son necesarias, porque no todo puede ser narrativa trascendental ni grandes personajes, también necesitamos de Mary Higgins y sus misterios domésticos, con los que por unos momentos podemos confiar en que el bien siempre acaba triunfando y los malos terminan sus días en una cárcel de alta seguridad, a menos que logren huir de allí y nos obliguen a volver a sumergirnos en otra apasionante novela policíaca de nuevo. Y estaremos encantados de volver a hacerlo, ¡seguro!

lunes, 23 de diciembre de 2013

Dispara, yo ya estoy muerto

Estoy inmersa últimamente en una racha de lectura ralentizada, dedicada a un montón de tareas manuales, labores y demás asuntos, que me dejan menos hueco para leer y además de dedicarle menos tiempo también leo de forma más lenta, tal vez porque tengo la cabeza y las manos en otras muchas cosas, leo delante del televisor o a horas ya tardías, y encima me "embarco" en una novela como esta de "Dispara, yo ya estoy muerto" de la periodista Julia Navarro que con más de novecientas páginas y una intensa historia en su interior no es, precisamente, un libro para leer deprisa.

Me sorprendió la novela nada más comenzar a leerla: tanto su estilo como el tema abordado me hacía pensar en una novela de origen anglosajón, en alguno de esos best sellers que se venden en todo el mundo y lo mismo llega a un lector inglés que francés o americano y acaban convertido en una película de Hollywood. Se nota el oficio de escribir que ha alcanzado la autora que ya está acostumbrada a contar sus novelas por éxitos. Y debo reconocer que, en principio, el tema central del libro no es algo que me apeteciera plantearme, el (aparentemente eterno e irresoluble) conflicto palestino no es un asunto que me pareciese atractivo a priori, pero debo reconocer que, una vez terminada la novela, me ha servido para acercarme a los dos puntos de vista, tanto al de los judíos como al de los palestinos, entender no sólo el origen histórico de su enfrentamiento sino también sus motivaciones, las razones de ambos lados, sorprenderme con lo que no conocía sobre las relaciones amistosas y pacíficas que hasta hace menos de un siglo mantenían ambas religiones en la zona ahora en disputa y ser capaz de ponerme en la posición de los dos bandos enfrentados y entender, lo que tal vez eso sea lo peor de este conflicto, que los dos tienen razón, sus razones, que ninguno puede ceder ante el otro porque la tierra por la que combaten perteneció a las dos religiones en algún momento y todos la sienten como suya, por lo que, una vez eliminada la única posibilidad lógica que sería la de convivir y compartir el territorio que les es común, difícilmente se podrá lograr otra solución que satisfaga a ambos contendientes. Y es magnífico como la novela logra mantener el equilibrio entre las dos posturas, no hay buenos ni malos, ninguno gana, porque los dos pierden, pero da una magnífica visión de la situación sin apoyar ni a un bando ni al otro.

Pero al margen de las reflexiones históricas y políticas que se desprendan del libro, lo mejor de esta lectura es, sin duda, las historias personales y humanas que en ella se encuentran. Asistimos a las vidas de los personajes, sean las de los judíos de origen palestino o los que llegan huyendo de las persecuciones, los pogromos o el holocausto nazi, como las de los musulmanes que bajo el imperio turco, como antes lo hicieron bajo otros imperios conquistadores, viven en aquellos territorios, todos sintiendo como propia aquellas tierras de Palestina que son su hogar desde generaciones. Lo más destacable que nos cuenta la novela, fuera de los problemas políticos y los conflictos bélicos, son las propias vidas privadas de estos personajes, al margen de las situaciones históricas, de las guerras y las persecuciones, nos encontramos con el relato de unas historias personales, entramos en sus casas, los vemos nacer, casarse, ser felices y sufrir y todo ello lo hacen estrechamente unidos los unos a los otros, tan estrechamente unidos como lo pueden estar aquellos que viven juntos, unidos a unos vecinos, a unos familiares, a unos amigos que, en ocasiones son más cercanos y más queridos que la propia familia, donde nadie es evaluado en función del dios al que reza, sino por su propio valor como persona. Y asistiremos al modo en que esta convivencia forjada a lo largo de años de respeto, ayuda mutua y sincera amistad se rompe cuando la política entra en juego, cuando la lucha por la tierra se antepone a todo. Ni las ideas idealizadas del socialismo según el cual todos los hombres son iguales ni los siglos de pertenencia a una tierra tienen valor ante las decisiones tomadas por los gobiernos internacionales mediante las guerras y las medidas impuestas por la fuerza.

Una historia esta que muestra lo mejor y lo peor del ser humano, la fuerza de la amistad, la importancia de la familia y el respeto por los valores, pero que emociona y enoja por igual, al comprobar qué difícil es en ocasiones eso que sobre el papel parece tan sencillo como es el resolver los problemas mediante el diálogo y la búsqueda del objetivo común que sería alcanzar la paz y la convivencia como ideal de toda sociedad, sea cual sea su religión. Pero eso que tan lógico parece es más difícil de hacer realidad de lo que podíamos imaginar, desgraciadamente.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La canción de los maoríes

Hace ya como dos años que leí "En el país de la nube blanca", la primera novela de la trilogía de Sarah Lark que transcurre en las lejanas tierras de Nueva Zelanda, y lo cierto es que, aunque me dejó bastante buen sabor de boca, tampoco fue una lectura que me marcara demasiado, por lo que no me había tomado el esfuerzo de continuar con las dos novelas que completaron la serie, porque, por otra parte, raramente me suelo sentir obligada a leer necesariamente las secuelas de los libros, ni siquiera en el caso de que me haya gustado la primera parte. Pero lo cierto es que hace pocas semanas, charlando con unas amigas sobre lecturas varias, dos de ellas me insistieron en que retomara la serie, que a ellas les habían encantado las siguientes entregas, razón por la cual me decidí a reengancharme con esta segunda parte de la trilogía, "La canción de los maoríes" por ver si realmente valía tanto la pena.

Debo decir que al principio me costó un poco retomar el hilo de los personajes. Si bien la novela se puede leer perfectamente por separado de la anterior, al haber leído la historia previa, aunque hubiera pasado ya bastante tiempo, preferí hacer el esfuerzo de recordar quién era quién en la trama, rememorar los principales hechos de la novela anterior, refrescar la información archivada en mi cabeza y situarme así en perspectiva para afrontar las nuevas peripecias de los (casi mejor decir "de las") protagonistas de la historia. En este caso, también en la trama han pasado igualmente algunos años desde los hechos descritos en la novela previa y ahora son las nietas de aquellas protagonistas que conocimos a su llegada a la isla, Gwyneira y Helen, las que toman el puesto de primacía en la narración. Kura y Lainie son primas pero no se parecen demasiado: Kura es hija de una nativa maorí y del heredero de la gran finca de cría de ovejas de Kiward Station, aunque su futuro apunta a quedar al mando de las tierras y el negocio de la lana, ella tiene otras expectativas, más relacionadas con triunfar en la ópera y convertirse en una gran diva, a ser posible en Londres; su exótica y arrebatadora belleza la convierte en el foco de atención, allá donde va. Lainie, por su parte, es la discreta nieta de las anteriores protagonistas, pero su vida es más sencilla, ayudando en los negocios familiares en la ciudad y soñando con encontrar un marido bueno con el que casarse y formar una familia feliz.

Sin embargo, ninguna de las dos protagonistas verán realizarse sus sueños en un principio. Muy al contrario, ambas padecerán al ver sus planes saltar por los aires y tendrán que huir de sus casas y alejarse por distintos motivos de sus familias y llevar adelante una vida que poco se parecerá a lo que en un principio tenían planeado para su futuro. Las dos primas tomarán caminos separados que acabarán por confluir, pero hasta entonces conoceremos a través de sus vivencias las duras condiciones de vida en las colonias neozelandesas de principìos del siglo XX, donde ambas tendrán que hacerse a una nueva vida rodeadas de hombres duros que se juegan la vida en las inseguras minas de carbón, que conviven con los animales en las inmensas granjas de ganado y conoceremos como la agreste colonia va poco a poco desarrollándose, fundándose ciudades que comienzan a crecer y a prosperar a base de trabajo duro en pésimas condiciones,  cómo se van forjando grandes fortunas entre los industriales y los ganaderos y al mismo tiempo nos acercamos a la forma en que los nativos logran conservar sus tradiciones ancestrales a la vez que se integran en la nueva sociedad que les rodea.

La novela se lee con fluidez, ya que la narración es ágil y sencilla, los personajes, aunque no demasiado complejos, están bien dibujados, siendo fácilmente identificables los caracteres positivos y los negativos y la trama, aunque resulta bastante previsible, se sigue con agrado ya que combina bien las escenas, se mantiene el ritmo y el equilibrio entre las historias de las dos primas y en general es una novela bastante rápida, a pesar de su extensión. No es una obra maestra en absoluto pero sí que se acaba cogiendo cariño a sus personajes, por lo que no creo que tarde mucho en continuar por la tercera y última entrega de la serie y no me quedaré sin saber qué es lo que le depara el futuro a estas familias y en qué acaban sus agitadas vidas en las inhóspitas y lejanas tierras de Nueva Zelanda.