domingo, 27 de enero de 2013

Misión olvido


Ando, como siempre, bastante retrasada en lo que a novedades editoriales se refiere, por lo que hasta ahora no había tenido ocasión de echarle el guante a la segunda novela de la escritora María Dueñas, de la que soy prácticamente vecina, aunque no tengo el placer de conocer en persona y que tras el éxito de su primera novela, se ha convertido en una rutilante estrella del panorama literario español. Pues con esta segunda novela, y por hacer una valoración resumida de mi opinión sobre esta Misión Olvido que hoy comento, me parece que va a  permanecer por mucho tiempo en el grupo de los autores adorados por los libreros, por su capacidad de escribir historias que atraigan a los lectores, ya que de eso se trata mayormente el negocio de vender libros.

Pues entrando ya en el comentario propiamente de la novela, la protagonista de la misma es Blanca Perea, una profesora universitaria de mediana edad con una vida estable, un matrimonio de veinte años, un buen trabajo, dos hijos adolescentes que comienzan a volar solos… Nada hacía presagiar el cataclismo que va a sufrir su existencia en el momento en que su marido decida abandonarla por una joven abogada con la que, además, espera un hijo. Todo el mundo conocido hasta entonces para Blanca se le desmorona, las bases aparentemente sólidas sobre las que se edifcaba su vida se tambalean de tal manera que decide abandonarlo todo, poner tierra de por medio, desconectar de su mundo conocido para asimilar su pérdida, lo que logra mediante una beca de investigación aceptada casi a la desesperada que la llevará a una pequeña universidad americana cuyo mayor valor reside en distar miles de kilómetros de su casa.

Esta huída llevará a Blanca hasta la soleada California, donde, en un agradable ambiente en el departamento de lenguas de la pequeña universidad de Santa Cecilia, se sumerge en el estudio y clasificación de los papeles y documentación varia de un antiguo profesor del centro, el español Andrés Fontana, que acabó sus días en aquella parte del continente dedicado al estudio y la enseñanza de la literatura española y también a la investigación de la historia de las misiones franciscanas que se construyeron en la zona en la época previa a la independencia de las colonias. A través del trabajo intenso Blanca busca una vía para olvidar sus problemas, alejarse de la realidad. Sin embargo no tardará en sentirse atrapada por la personalidad del difunto profesor, de reconocer a la persona que se oculta tras los documentos académicos y se implica sinceramente en recuperar su herencia intelectual. Blanca no podrá evitar iniciar una relación personal con las personas junto a las que trabaja que le ayudarán, tanto en su faceta profesional como en ir adaptándose a su nueva vida en otro país; la acogedora secretaria del departamento, el director del mismo, también de origen español y un antiguo discípulo de Fontana, el hispanista Daniel Carter. Blanca irá construyendo un nuevo núcleo de amistades y se implicará incluso en asuntos del pueblo en el que reside, como la protesta contra la construcción de un centro comercial en una zona de bosque protegido.

La novela recrea de forma muy creíble la España de los años 30 y de los 50, acercándonos, primero, a los orígenes humildes del profesor Fontana que sale de su familia prácticamente analfabeta y marcha a Madrid donde descubre los grupos intelectuales de la época, el origen de la construcción de la Ciudad Universitaria y los primeros intentos de extender de forma generalizada la educación y la formación a la población. Fontana alcanza a cursar la educación superior pero la Guerra Civil trastocará sus planes de futuro, ya que cuando esta se inicie él se encontrará en USA cursando una beca y allí se quedará y rehará su vida sin volver nunca a su país de origen pero sin dejar nunca de añorarlo. Años después, en los 50, un alumno suyo, el decidido Daniel Carter viajará nuevamente a España con el objeto de documentarse para su tesis y allí conocerá un país sometido a la dictadura, no sólo en lo político, sino sobre todo en lo que al saber y a la cultura se refieren. A la búsqueda de los orígenes y la inspiración del escritor, ahora exhiliado y censurado por el sistema, Ramón J. Sénder, el americano realizará un viaje un poco al estilo de "La tesis de Nancy", en el que se encontrará con un país que comienza a salir de la autarquía pero que conserva mucho de su aire provinciano, su tradicionalismo y una admiración mezclada con recelo por todo lo que venga del extranjero. El contraste con la América de esos mismos años donde el bienestar y el consumismo es un hecho extendido será enorme, lo que no evitará que Carter se enamore del país y dedique el resto de su vida al estudio de su lengua y su literatura conservando siempre su vinculación afectiva con España.

Me sorprende gratamente el estilo narrativo de la novela, la capacidad de la autora de dibujarnos en pocas palabras, con breves apuntes, cualquier personaje, el acierto en la elección de unos cuantos sustantivos y adjetivos, los justos y precisos para mostrarnos un paisaje, una ciudad, describirnos a sus habitantes, una escena, el ambiente de una Universidad americana o de un pueblucho español de principio de siglo, es estupenda su capacidad de trasladarnos al lugar y al momento preciso sin extenderse en largas descripciones detalladas.

La narración resulta extraordinariamente fluida, las descripciones, como he dicho, son rápidas y precisas, dan una clara idea de los escenarios, los personajes, los ambientes. Creo que María Dueñas demuestra aquí ser una estupenda narradora, muy eficaz, que no resulta nunca pesada ni recargada. Se nota además la soltura de la autora al tratar temas y ambientes que le son cercanos: el mundo universitario y las relaciones entre el profesorado; se nota su interés por ensalzar el mundo del conocimiento, de la enseñanza y el progreso basado en la educación. Igualmente se la ve cómoda entre personajes con los que comparte sus gustos por los idiomas, los viajes, la lectura… se aprecia que los temas le son cercanos y que disfruta recreándolos.

La lectura, por tanto, me ha resultado enormemente agradable, aprecio el tono vitalista que desprende la historia, el retrato amable de los personajes. En resumen, una lectura fácil, amena, en la que se descubren o reviven épocas pasadas de nuestra Historia y se vive una historia particular de caída y vuelta a renacer en la que prevalece el tono positivo y optimista, cosa que siempre se agradece.

domingo, 20 de enero de 2013

La muerte llega a Pemberley

Es bastante habitual en la literatura, al igual que se da con enorme frecuencia en el cine, que a una novela de gran éxito le siga una secuela o toda una serie de libros basados en los mismos protagonistas y en la continuación de su historia, pero no lo es tanto que esta secuela se publique doscientos años después del original y que el autor se atreva incluso a cambiar de género sin abandonar por ello las raíces del texto original, y todo eso es lo que nos encontramos en la última novela de la afamada autora británica de crímenes y misterios P.D. James, que, con “La muerte llega a Pemberley”, toma el testigo de su admirada compatriota Jane Austen y nos presenta una continuación de la historia que esta nos contó, allá por 1813 en la celebérrima “Orgullo y Prejuicio”. Sólo por tener el placer de revisitar esta excelente obra y por la curiosidad de descubrir qué tal resulta una novela victoriana escrita en el siglo XXI, vale la pena atreverse con este libro, que demuestra que, en ocasiones, segundas partes sí que pueden ser buenas.

El relato nos devuelve a los personajes creados por Jane Austen unos pocos años después de donde aquella los dejó. Nos encontramos con el feliz matrimonio Darcy organizando el baile anual de Lady Anne, un acontecimiento social de gran relevancia y esperado por todos en su entorno, pero un desafortunado incidente que acaba con una víctima mortal les obligará a cancelar el evento y, lo que es peor, a poner a la familia en el centro del interés de la opinión pública, al estar involucrados en el asunto la hermana de Lady Elisabeth, Lydia, y el esposo de esta, el apuesto Wickham, con el que la familia ha roto relaciones hace tiempo.

El estilo de la novela no desmerece en nada del original victoriano, conserva el gusto por las descripciones detalladas de los paisajes ingleses, la ambientación de las mansiones, la minuciosa organización del servicio de una gran casa, todo se revive tal y como es habitual en aquellas novelas. La autora entra especialmente en detalle en los aspectos referentes a la estructura social de la época, al papel del noble propietario y su relación con el resto de sus parientes, con los demás miembros de la nobleza en sus distintos grados, con los empleados al servicio de la casa que forman, de algún modo, parte del patrimonio de la familia y las relaciones de lealtad y responsabilidad mutua entre los sirvientes y sus señores. Se detallan las obligaciones morales, las prerrogativas y las limitaciones que cada persona tiene en función de su título, sus rentas y la posición que ocupa dentro de la rígida estructura social de la época, estos valores de pertenencia a una clase y las inconveniencias que causan aquellos que no se atienen a ellos, los conflictos que causan aquellos que se salen de los estrictos márgenes de la buena conducta y el sufrimiento de los que se ven incapaces de conciliar sus deseos personales con las conveniencias sociales que se ven forzados a acatar.

En paralelo con la trama de intriga que se desarrolla ágilmente, se perfilan los pensamientos y las meditaciones de los protagonistas que nos acercan a la moral de la época, a los numerosos prejuicios de clase. Sus razonamientos y comportamientos siguen esa estricta moral decimonónica y, así y todo, P.D. James consigue desarrollar otra de sus brillantes novelas de misterio dentro del estrecho marco de libertad que supone para un autor el tomar unos personajes que ya existían previamente y adaptarse a su personalidad prefijada en la novela originaria y a lo que ya sabemos de ellos y sin embargo logra ubicarlos en una situación nueva, en medio de unas nuevas circunstancias, incluso en un género distinto del original y conseguir, así y todo, un relato creíble.

El objetivo perseguido por la autor se logra, sin duda, por lo que doy por seguro que la novela agradará tanto a los admiradores de los clásicos de Jane Austen como a los seguidores de las novelas de misterio de la no menos popular P.D. James. Un experimento, por tanto, totalmente exitoso.

domingo, 13 de enero de 2013

La luz en casa de los demás

Hay novelas que cuentan con una gran baza a su favor como es el contar una historia verdaderamente original o el de dar un punto de vista distinto sobre alguna realidad cotidiana. Este es, sin duda, el caso de esta "La luz en casa de los demás" de la italiana Chiara Gamberale. La visión de la familia, algo que todos de alguna manera tenemos, vivimos, hemos conocido, disfrutado o sufrido, adquiere en esta obra una nueva perspectiva que resulta interesante, aunque el resultado del experimento no llegue a ser el que sus protagonistas desearon en un principio.

El centro del relato lo constituye la pequeña Mandorla que, desafortunadamente, ha perdido a su madre, María, a una temprana edad. Lo cierto es que María era, de algún modo, la alegría del edificio en el que vivía junto a su hija, apreciada por todos los vecinos de la finca de la calle Grotta Perfetta, en un barrio del extrarradio de Roma. Lo que nadie esperaba es que, al fallecer la madre, se descubriera que el padre desconocido de la niña no lo era tanto, sino que todo apunta a que se trata de uno de los varones residentes en la finca. De común acuerdo, los vecinos deciden que la niña será adoptada por una vecina soltera del edificio pero que todos los allí residentes actuarán de algún modo como familia de la niña. A falta de realizar una prueba de ADN que confirme la paternidad real, todos la asumen como posible, por lo que deciden crearle a Mandorla una enorme familia compuesta por todos ellos.

La historia nos va presentando a los personajes, los vecinos del edificio, como un vivo fresco donde se reflejan las más variadas opciones de familia que pueda haber, con las más dispares circunstancias: desde la solterona enfrentada a su soledad, el matrimonio ideal con hijos, la pareja homosexual, el artista frustrado obsesionado con su bebé y su esposa, la severa abogada, los bohemios de ideas liberales ... la niña debe pasar algunas temporadas en las distintas casas del edificio, acostumbrarse a los hábitos propios de cada familia y a las rarezas de sus miembros, mientras permanece ignorante de la realidad y confiando en que su idílico padre acabará por volver a por ella. Hasta el momento en que también ella se entere de que su padre no es un astronauta en larguísima misión espacial, sino que se encuentra más cerca de lo que ella nunca había pensado, pero así y todo se le niega el derecho a conocerlo.

La novela es absolutamente coral, con escenas divertidas, especialmente en las de las reuniones de la comunidad donde el ritmo de la narración es agitado, las conversaciones se cruzan, los pensamientos de cada uno divagan de un tema a otro, mientras que después, en cada casa, tras la puerta de cada piso, vemos transcurrir las vidas de cada uno de ellos, con sus conflictos, inseguridades, sueños y rarezas varias. La adolescente en la que se convierte la pequeña Mandorla no puede por menos que resultar afectada por esta existencia tan poco usual que ha llevado. A pesar de que los vecinos trataron de hacer de esta extraña situación un hecho normal, la verdad es que la ausencia de una familia estable en la que basarse, el sentir el verdadero cariño desinteresado de unos padres acaba por influir en su maduración, porque el absurdo en el que vive Mandorla, "la absurda tarta de cinco pisos que ha sido mi vida" según sus propias palabras, es el resultado del egoísmo de todos sus vecinos, que más que la felicidad de la niña, buscan asegurarse su propia seguridad: prefieren mantener el desconocimiento de la identidad real del padre desertor que pondría en riesgo el equilibrio de alguna de las familias  residentes, le niegan así a la pequeña la posibilidad de formar parte de una verdadera familia, más o menos estable, más o menos feliz, pero familia real, a fin de cuentas y le ofrecen a cambio ese experimento que no puede, en ningún caso, igualar a la realidad de una familia.

Mandorla vive en un absurdo, con cinco familias pero sin padre ni madre, y sin embargo este absurdo se convierte en su forma de vida habitual.  Lo que se inicia como una especie de cuento encantador, lo que parece ser el inicio de una historia llena de dulzura y alegría, acaba siendo una historia bastante negra en el fondo, donde queda un poso de amargura, porque la soledad enorme en la que se se encuentra Mandorla en medio de tanta gente le provoca una falta de base en la que apoyarse para avanzar en la vida. Si bien es cierto que el desenlace de la novela es bastante optimista y tiene más que ver con el apañarse con lo que la vida te pone por delante y sacar lo bueno de cada situación, así y todo, nadie me quita el que me quede un regusto amargo al final de la lectura y que no pueda evitar sentir lástima por la niña y por todos los que la rodean.

sábado, 5 de enero de 2013

El invierno del mundo

Entre las fiestas navideñas que dejan poco tiempo para nada que no sea reuniones familiares y con amigos alrededor de alguna mesa y la longitud del último libro leído, se me ha metido encima el año nuevo y no veía el momento de publicar la reseña de la novela que tenía entre manos, "El invierno del mundo", segunda parte de la trilogía de Ken Follet sobre el siglo XX y que, al margen de su extensión, resulta tan amena de leer como suelen ser todas las obras de este escritor británico, experto en el relato dinámico, en el acertado dibujo de personajes, en crear acción y enganchar al lector con sus tramas ágiles, siempre con un punto de suspense y, sobre todo, con lo visual de su escritura, parece que se nos presenta ante los ojos todo aquello que estamos leyendo. Y es que, a pesar de contarnos una serie de hechos que son por todos conocidos, no quita ello para que se siga con interés creciente la trama de esta novela cuya extensión es comprensible, no sólo por lo complejo de los hechos que se relatan, sino también por la multitud de puntos de vista que entran en juego, ya que prácticamente todos los actores intervinientes en los acontecimientos que se reflejan tienen su voz en esta novela. 

Asistimos junto a los diversos protagonistas a los años previos a la II Guerra Mundial, al estallido de esta y a su culminación. Los personajes están todos ligados a aquellos de la primera parte de la serie, si bien no es estrictamente necesario haber leído la novela previa para adentrarse en esta. De manera absolutamente coral, sin dar más protagonismo a ninguno de ellos se nos va presentado a las distintas familias: los americanos, la familia del senador Deward, en primera línea de la toma de decisiones que llevan a los Estados Unidos a entrar en conflicto con Japón del lado de los aliados; los Williams, británicos de origen galés, miembros del partido laborista, con su enfrentamiento directo con Alemania; los Ulrich, alemanes socialdemócratas que ven impotentes como asciende Hitler al poder y como su país es el origen de la más terrible guerra jamás conocida; los rusos Peshkov, bajo el régimen comunista de Stalin, en su decisivo papel que pasa de aliado de los americanos contra el fascismo a convertirse en su enemigo más acérrimo... Cada bando del conflicto aparece retratado y podemos acercarnos y comprender mejor las motivaciones políticas, económicas e ideológicas que guiaban a cada nación en su relación con el resto de países en esta agitadísima etapa de la Historia de occidente.

Es admirable la capacidad de Follet para llevar al tiempo todas las tramas sin que se pierda el hilo de ninguna de ellas. Seguimos los avatares de cada familia y de cada uno de sus miembros, los cuales se encuentran en el mismo centro de los principales hechos históricos de cada momento, permitiéndonos así combinar una mirada personal a cada uno de esos acontecimientos desde el punto de vista de los individuos particulares a los cuales les ha tocado vivir en una determinada época y lugar, con la visión Histórica de dichos años, adentrándonos así el el corazón mismo de los hechos históricos y asistiendo a ellos desde un nuevo punto de vista, dependiendo del personaje al que le toque vivirlos. Si bien es cierto que tal vez haya una cierta simplificación por parte del autor en algunos hechos de los que se relatan, no puede negarse que nos encontremos ante una forma muy amena de repasar la Historia con mayúsculas, aquellos hechos a los que en muchos casos no nos habíamos acercado más que como una materia de estudio escolar y que ahora se puede volver a observar en forma de vivencias personales de los protagonistas de esta novela. Sin duda nos queda esperar a la culminación de la trilogía para revivir de la mano de Follet las últimas décadas del siglo XX de esta manera tan interesante.