miércoles, 19 de octubre de 2011

Los ojos amarillos de los cocodrilos

Por fin me he decido a leer “Los ojos amarillos de los cocodrilos” después de ver esta novela de Katherine Pancol durante muchos meses entre los libros más vendidos; eso sí, lo he hecho con mi habitual postura de desconfianza ante los best-sellers y más si son franceses, (es que me desencanté con La Elegancia del Erizo y venía con la guardia alta ante éste) Pero ahora tengo que reconocer que, en este caso, la fama se la tiene bien merecida, en el enfrentamiento con los erizos, los cocodrilos han vencido por goleada.

Lo que destacaría, por encima de todo, más allá de la trama en sí, que es muy entretenida, sería la estupenda forma de describir a los personajes: todos los ellos tienen entidad propia, los protagonistas y también los secundarios son absolutamente creíbles, muy bien dibujados, sin caer en el estereotipo, los retratos son profundos, los diálogos son vivos, con un lenguaje actual y fresco, reflejan acertadamente la personalidad de cada uno: Antoine, con la angustia de ver pasar los años sin alcanzar el ansiando éxito social y económico; las hijas cada una diferente: Hortense, exquisita y refinada a sus catorce años, con grandes planes de futuro y la pequeña Zoé, inocente, cariñosa y dulce, parecen un remedo de la relación de la propia Joséphine con su hermana Iris, la triunfadora implacable en el aspecto social que le echa en cara sus fracasos y la maneja a su antojo mientras vive la mentira de un matrimonio basado en la rutina y el interés; su marido, Philippe, que se defiende de una realidad que le asquea bajo una capa de frialdad ; La madre, Henriette, altiva y manipuladora que alcanzó la categoría de nueva rica a través de su segundo matrimonio con Chef, un empresario de gran éxito pero origen humilde y toscos modales que encuentra consuelo en Josiane, una superviviente que anhela seguridad y cariño; o Shirley, la amiga y confidente, siempre con un consejo sabio o un comentario acertado desde la más cruda visión de la realidad.
“¡A la mierda la poesía! Eso es algo que han inventado para pegárnosla. ¿Sabes tú de alguna relación poética? Yo sólo sé de fraudes y escabechinas.”
Y finalmente Joséphine, la protagonista, una mujer de carne y hueso, esposa, madre, trabajadora, estudiosa, es como un corderito entre una manada de lobos: no sabe decir que no, no tiene grandes ambiciones, se desenvuelve mejor entre los usos de la Francia medieval que en la vida real. Tan sólo aspira a ver crecer felices a sus hijas y tal vez encontrar un hombre que la quiera de verdad, al que no le importen sus kilos de más ni su pelo sin teñir. Lucha por poder acostarse por las noches sin tener que darle vueltas y más vueltas a las cuentas del mes. Y cuando se encuentra frente a la posibilidad de alcanzar todo le asaltan todo tipo de dudas.

Y la historia es creíble, tanto que podría ocurrir en la casa de al lado, nos encontramos ante personas reales con sus distintos estados de ánimo, deseos y sentimientos, desde las primeras escenas entras de lleno en sus vidas: matrimonios sin amor, basados en la rutina y la conveniencia, infidelidades, hijos, familiares y amigos cada uno con su propia personalidad, vidas que se cruzan unas con otras, a veces aparentemente sin rozarse, otras dejando un gran rastro de ayuda, apoyo o consejo pero también de traición, dolor o desprecio. Los grandes temas actuales, el miedo, la ansiedad, la soledad en medio de tanta gente, el vivir de las apariencias, de la presunción de éxito y triunfo social, las relaciones en las que se intercambia amor por dinero, poder, influencias, pero a veces también sólo a cambio de un poco de protección y amparo, todo eso está magníficamente contado.

Un relato actual donde, como bien entiende Jo, hoy día, igual que en el siglo XII, es el amor, la amistad y la familia lo que sustenta al individuo porque a pesar del paso de los siglos al final el objetivo siempre es el mismo: alcanzar la felicidad personal que no se encuentra ni en la riqueza ni en la fama, porque es tan difícil darse cuenta de que la Felicidad con mayúsculas no existe, que hay que buscarla a diario en las pequeñas cosas. A la vez que va escribiendo sobre la Edad Media, Jo va aprendiendo a resurgir, a ser independiente, mezcla la realidad con sus personajes de ficción pero acaba aprendiendo de su propio pasado y encuentra fuerzas para enfrentarse al futuro.

Joséphine aprende a luchar sola, a que tiene que labrarse su propia felicidad día a día, equivocándose y volviéndose a levantar y aunque suene a filosofía barata, creo que el mensaje se transmite con eficacia en esta novela, que recomiendo sin dudar.
El amor es la mayor de las riquezas... El amor que damos y el que recibimos. Y yo no puedo pasarme sin esa riqueza...”

jueves, 13 de octubre de 2011

Dreams from my father

Termino la lectura de “Dreams from my father”, la autobiografía de los primeros años de vida de Barack Obama con la sensación de que entre las personas que triunfan en la vida hay algunas que se encuentran con la suerte de cara, las circunstancias propicias y los contactos adecuados, los que nacen para triunfar, y otras que, sencillamente, se han ganado a pulso lo que tienen: han luchado por alcanzar sus metas y se merecen estar donde están. Y es que estoy segura de que en ninguna lista de ciudadanos norteamericanos con posibilidades de convertirse en Presidente de los Estados Unidos debió figurar nunca el nombre de Barack Obama si nos basamos en sus orígenes, su entorno y, por supuesto, su color. Pero ahí está él: el primer Presidente de raza negra de los Estados Unidos de América, algo que hasta hace unos años sólo podíamos ver en algunas películas de ciencia ficción. Y a la vista de su historia la cosa no ha debido de resultar fácil.

Lo cierto es que el libro tiene el valor añadido de haber sido publicado en 1995 cuando todavía era lejana la elección que le llevó a la Casa Blanca en 2.008, por lo que no corre el riesgo de ser una autobiografía maquillada del flamante Presidente, sino que aún no era más que un abogado brillante con un prometedor futuro y por aquel entonces no tenía más título que haber logrado ser el primer editor de color de la prestigiosa Harvard Law Review.

Los orígenes de Obama, como comentaba, son realmente peculiares: nacido en Honolulú, hijo de una chica de Kansas y de un ciudadano keniata llegado a los Estados Unidos para ampliar sus estudios. El matrimonio se disolvió a los pocos años de nacer el pequeño ya que el padre se vio obligado a volver a su país para ocuparse de sus responsabilidades familiares como hijo de un importante jefe de tribu destinado a ocupar puestos de responsabilidad en la recientemente independizada Kenia. La madre de Barack se volvió a casar, esta vez con un ciudadano indonesio y se trasladaron a vivir a Yakarta, donde el pequeño Barack vive sus años de infancia en un ambiente relajado y un tanto asilvestrado, bastante alejado del estándar norteamericano. Al aproximarse a la adolescencia su madre decide enviarlo de vuelta a su país de origen para que continúe con sus estudios y así transcurren sus primeros años de juventud en los revueltos años 70 como un chico de color al cuidado de sus abuelos blancos. En esta época comienzan sus primeros acercamientos al mundo de la política, la defensa de los derechos civiles, las diferencias entre las distintas razas e incluso algunos escarceos con las drogas.

Obama creció con el recuerdo de su lejano padre como si de un héroe se tratara ya que, a pesar de no guardar ninguna memoria real de él, tanto su madre como sus abuelos se esforzaron por dibujarle una imagen casi ideal del personaje, con el que sólo se volvería a encontrar una vez a la edad de diez años, si bien algún tiempo después conocería a través de una medio hermana keniata los aspectos más oscuros de la vida de su padre a su regreso a Kenia. De cualquier modo, siempre se sintió obligado a mantener un nivel de excelencia digno de la gran familia africana de la que procedía que se vio reforzado por el constante apoyo y confianza de su madre y sus abuelos en sus capacidades.

Su primera ocupación profesional seria le llevaría a Chicago, donde ocupa un puesto de “organizador social” algo no muy habitual en nuestro continente y que sería algo así como impulsor de las comunidades más pobres y marginales de la sociedad, tratando de articular por medio fundamentalmente de las parroquias de la zona unos grupos de presión destinados a encauzar las demandas fundamentales de estos ciudadanos hacia los centros de decisión. Algo que en nuestro país se haría a través de partidos, sindicatos y asociaciones diversas que no tienen equivalente en América. Durante este periodo, Obama profundiza en las desigualdades e injusticias existentes dentro de la supuestamente avanzada y opulenta sociedad norteamericana donde, por lo general, son las personas de color las que salen peor paradas, en ocasiones no sólo por el racismo de los blancos, sino también por los propios prejuicios de los negros y su actitud ante las demandas de la sociedad. Muestra Obama una enorme capacidad de empatía para entender las distintas posturas de las personas con las que trabaja y para tratar de ayudar sin realizar juicios de valor ni culpabilizarles por su situación. Su esfuerzo por ayudar a estas personas y tratar de mejorar sus condiciones es sincero y muestra un carácter tenaz y luchador.

Al final de este periodo decide completar su formación asistiendo a la selecta escuela de leyes de Harvard lo que sigue marcando las diferencias entre él y los ciudadanos de color con los que trabaja que no tienen posibilidades de mejorar sus vidas por medio de los estudios o la formación profesional. Obama se sigue sintiendo en tierra de nadie, y antes de entrar en la universidad decide, por fin, realizar el viaje, tantas veces pospuesto, a Kenia para conocer sus raíces y la numerosa familia que allí creó su ya difunto padre.

El viaje a Kenia le sirve para tomar contacto con sus orígenes en un lugar donde su apellido es reconocido y lo identifica como hijo del Dr. Obama: “nadie aquí en Kenia me pregunta cómo se escribe mi nombre” Debido a los diversos matrimonios de su padre, Obama se encuentra con una pléyade de medio hermanos, tíos, abuelas, personas hacia las que, sin haberlas conocido hasta ese momento, se siente vinculado y de algún modo obligado a ayudar dada su situación privilegiada pero, en el fondo, él se siente norteamericano y entiende que la necesidad de reencontrarse con esta parte de su historia no quita que su esencia y su cultura sean norteamericanas y logra asumir que debe vivir con su eterna dualidad racial, cultural y familiar y tomar esa riqueza como base para su vida.

Encuentro la historia de Obama indudablemente peculiar, fuera de muchas normas, totalmente alejada del clásico "american way of life". Más bien una historia de superación, de esfuerzo por conseguir sus objetivos a base de trabajo y estudio, con la rémora que supone el tener que forjarse una identidad racial y familiar sobre la que basar la existencia. Todo un ejemplo de hombre hecho a sí mismo y que ha alcanzado la cima de la sociedad a pesar de no tener, a priori, ningún factor a su favor que le hiciese candidato para llegar a donde ha llegado.

martes, 4 de octubre de 2011

El enigma Stonehenge

Lo voy a confesar: he disfrutado como una enana con esta novela, El Enigma Stonehenge de Sam Christer, todo misterio, enigmas esotéricos, con su correspondiente ración de investigación policial, acción, persecuciones... en fin, puro esparcimiento sin necesidad de reflexión. Y es que de vez en cuando se agradecen estos novelones de lectura facilona y trama frenética, de los que devoras cien páginas de una sentada pero que, una vez que cierras el libro y te vas a dormir, te deja la mente liberada de tensión.

Pues eso es, básicamente, en lo que consiste esta novela: una muy entretenida historia en la que un profesor universitario, Gideon Chase recibe la noticia del suicidio de su padre, un eminente arqueólogo que había amasado una gran fortuna a base de expoliar yacimientos a todo lo largo del planeta y vender sus hallazgos al mejor postor, política que desagradaba seriamente al hijo, lo que había causado el distanciamiento entre ambos en los últimos años. Ahora Gideon vuelve a la mansión de su difunto padre, situada cerca de Stonehenge, donde descubrirá a qué se dedicaba su padre en los últimos tiempos y cuál fue la razón que le llevó a acabar con su vida. La inspectora Megan Baker tiene asignada la investigación del suicidio pero pronto comprenderá que el asunto no es tan sencillo como parecía al principio.

Sectas secretas, ritos arcanos, creencias sobrenaturales, todo un mundo de misterio sustenta al grupo de Adeptos, Observantes, al Gran Maestre, encargados todos ellos de custodiar las antiguas piedras del círculo mágico que forman Stonehenge, los Sacros, como ellos las llaman, fuente de bendiciones y enseñanzas y que les lleva a defender su secreto con los medios que sean necesarios.

En fin, un argumento clásico de buenos contra malos que se lee muy fácil, proporciona un buen número de horas de lectura desenfadada y nos dan otra explicación (una más) sobre uno de los grandes misterios de la Antigüedad que continúa aún sin resolver: el del origen y la razón de ser de las formaciones de Stonehenge. Y mientras siga siendo un misterio, seguirán escribiéndose libros sobre él y esperemos que todos sean entretenidos como éste y encima es posible que alguna vez se nos cuente algo que pueda acercarse a la verdad. Aunque lo dudo.