miércoles, 26 de enero de 2011

La Caída de los Gigantes

No suelo ser, por lo general, muy aficionada a los libros que ya antes de su publicación son best sellers, habitualmente me escaman aquellos que nacen acompañados de una campaña de promoción tan grande e insistente que cuando los ves en la librería te preguntas ¿pero este libro, no lo he leído ya? Te suena tanto la portada e incluso casi te conoces la historia de tanto oírla comentar, que normalmente me provocan pereza más que otra cosa y no suelo comprarlos. Me ocurre, por ejemplo con el Premio Planeta o fenómenos como Larsson. Eso no impide que, transcurridos algunos meses o en ocasiones años, y guiándome por comentarios de quienes ya los han leído y los valoran positivamente, me los compre, generalmente en edición de bolsillo ya que, por suerte para mi economía, no soy caprichosa en el tema de las ediciones, e incluso debo confesar que en muchos casos, incluso me han podido gustar y mucho.

Y comento esto, porque no es habitual en mí haberme leído ya un libro como “La Caída de los Gigantes” de Ken Follet que salió a la venta hace apenas tres meses; lo normal en mí habría sido esperar a comprarme la edición en bolsillo o a que alguien me lo prestara y aprovechar unas largas vacaciones, no solo por su condición de libro “éxito seguro de ventas antes de su publicación” que antes comentaba, sino también por su exagerada extensión que tampoco ayudaba a que me atrajera demasiado , pero gracias a la generosidad de una amiga que me lo hizo llegar ya me lo he leído, ¿qué digo?, ¡me lo he bebido literalmente! He tardado menos en ventilarme sus mil páginas que lo que he tardado con algunos otros que no superan las trescientas.

Es innegable, debo reconocerlo, la habilidad de Follet para escribir mamotretos como éste y ser capaz de enganchar desde el principio, de dibujar a sus personajes de tal manera que no sea engorroso pasar de unas tramas a otras y de un personaje a otro sin perder el hilo de las historias y disfrutando realmente de la narración.

Aprovecho para dar un consejo al que vaya a comenzar la lectura del libro: que ni se le ocurra tratar de leer siquiera la descripción de los ¡más de cien! personajes principales que se listan al inicio del libro, al estilo de las novelas de Agatha Christie; lo único que conseguirá será montarse un cacao terrible en la cabeza tratando de recordar nombres y circunstancias. Todos estos personajes irán apareciendo a lo largo de la narración y serán fácilmente identificables.

En resumen, una lectura muy amena, con un fondo de documentación histórica sobre la I Guerra Mundial muy interesante y que recomiendo a cualquiera que quiera disfrutar de una lectura entretenida. Se cuenta, desde el punto de vista de personas de carne y hueso, la transición ocurrida en Europa en aquellos años al pasarse de forma generalizada de la sociedad basada en los privilegios de las clases dominantes a la instauración o ampliación de los sistemas democráticos en los que el pueblo asume un nuevo papel, la extensión del sufragio y en el caso de Rusia, la toma de poder por los obreros y soldados dando lugar a la República dirigida por los soviets.

Por suerte, el autor ha prometido continuar con la saga hasta completar el S. XX. Seguiré la serie, sin duda.

jueves, 20 de enero de 2011

Carta de una desconocida

Hace ya algún tiempo que vengo leyendo críticas más que elogiosas sobre Stefan Zweig y su obra, veo como mucha gente se vuelve fan de este autor nada más conocerlo y, sinceramente, tenía ganas de acercarme a él, siendo el último impulso que necesitaba la "Semana de Stefen Zweig" iniciada en el genial blog de Carmen y amigos.

Bien es cierto que hace ya algunos años leí su libro sobre María Antonieta (mi pasión por la Historia y las biografías) pero no lo conocía como narrador. Me he decidido a iniciarme, por tanto, con una obrita breve que he logrado intercalar entre otras lecturas de más amplitud, se trata de "Carta de una desconocida" y tengo que decir que mis impresiones son contradictorias.

Empezaré por lo positivo: realmente me ha admirado el estilo narrativo de Zweig, la intimidad que alcanza al hacer hablar a la protagonista que cuenta en primera persona su vida, dominada por una pasión, más bien habría que decir absoluta obsesión, por un hombre que ni siquiera ha reparado en ella. La expresión de sentimientos, la profundización en los pensamientos me recuerda al lenguaje de un gran autor que admiro profundamente: Sandor Marai, maestro de la introspección y la exploración de los sentimientos.

La historia se hace algo claustrofóbica, esa vida sometida a una pasión sin esperanza, una mujer que convierte a su amor imposible en el centro de toda su existencia me ha producido un poco de angustia, pero ¿para qué se lee si no es para sentir cosas?

Por ese lado, la novela es del todo recomendable. Pero, qué sería yo sin un pero. Me falla la base de la trama: ¿es posible, realmente, que ese hombre no la conozca/reconozca, incluso habiendo compartido con ella momentos de intimidad? ¿Es posible esa indiferencia absoluta, ese desapego? Ese detalle me rechinaba a lo largo de toda la narración, pero bueno, tal vez sea posible algo así.

Dice la mujer hacia el final:
“No notarás mi falta; eso me consuela; nada cambiará en tu vida brillante y gozosa...; no te molesto con mi muerte..., eso me consuela, querido mío. ¿Pero quién?... ¿Quién te mandará las rosas blancas en tu cumpleaños?”
Y es ahí donde yo me digo a mí misma: eso es lo que quiero saber, ¿qué pasa después?, ¿como reacciona el escritor ante la carta, qué piensa, qué se plantea, cómo continúa su vida después de saber lo que ahora sabe? Me niego a ver al escritor como un sujeto pasivo que sólo recibe la información y continúa impasible con su vida, Querría saber cómo continuaría esta historia. Me quedo con las ganas, me temo.

jueves, 13 de enero de 2011

Imperator

Creo que ya he declarado en alguna ocasión que me encanta la novela histórica, pero eso no significa, como es lógico, que todas las novelas históricas me encanten. El caso de este título, “Imperator” de Isabel San Sebastián, es buena prueba de ello.

La novela narra la vida de Braira de Fanjau, una dama noble originaria de Occitania, la tierra de los poetas medievales, que recorre la Europa de principios del siglo XIII codeándose con los principales personajes de la época ayudada por su habilidad para descifrar el lenguaje de las cartas del Tarot, lo que le permite ganarse el favor de la reina Constanza de Aragón y su marido Federico Hohenstaufen, rey de Sicilia y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico que confían ciegamente en sus predicciones, aunque también la coloca en el punto de mira de sus enemigos en la corte que tratarán de acusarla de brujería, lo que no es nada recomendable para una mujer que oculta un gran secreto: el pertenecer a un grupo herético, los albigenses, condenado sin piedad por los Papas de la época.

Reconozco que habitualmente me pierdo entre la multitud de reinos, condados, guerras, alianzas y conjuras que constituían esta época histórica: las luchas por el poder, las volubles alianzas entre los gobernantes, la intrincada red de relaciones familiares, políticas, militares a veces me supera. Ello no hace sino más interesante este periodo y debo reconocer que, en ese aspecto, la novela trata de reflejar lo más claramente posible ese maremágnum que fue, de algún modo, la Europa medieval. La trama se desarrolla entre Occitania, Aragón, el reino de Sicilia, Alemania, un sinfín de idas y venidas de la protagonista la colocan en el centro de numerosos hechos históricos de la época.

El aspecto histórico de la obra me ha agradado, aunque a veces las explicaciones y acumulación de datos, nombres y sucesos que tratan de situar la acción o de retratar a los personajes haga, desde mi punto de vista, perder cierto ritmo a la narración.

No me ha convencido, por el contrario, el aspecto más esotérico de la protagonista: esa capacidad de predecir el futuro sin margen de error, esa fortuna casi milagrosa que la acompaña y le hace escapar en numerosas ocasiones de una muerte casi segura en diversas circunstancias a cual más peligrosa. Entiendo que sería un desastre el que la protagonista se te muriera a la primera de cambio, básicamente porque nos quedaríamos sin libro, cosa que no va a consentir la autora en ningún caso, pero tal vez sería recomendable, para evitar semejante circunstancia, no ponerla con tanta frecuencia en situaciones límites, porque a la tercera vez que logra huir con vida de una batalla o de un intento de asesinato, como que ya no cuela tanto...

En resumen, un libro interesante y entretenido, de fácil lectura e ilustrativo sobre la época histórica que describe, que despierta el interés sobre muchos de las figuras que en él aparecen pero que no ha logrado que convierta a Braira en uno de mis personajes literarios favoritos.

lunes, 10 de enero de 2011

84 Charing Cross Road


Esta breve novela recoge la relación epistolar real que se desarrolló a lo largo de veinte años entre una vivaz y enérgica norteamericana, Helen Hanff, dramaturga frustrada y escritora de guiones para tv, gran apasionada de la literatura, en especial de los libros antiguos, y los empleados de una librería de antiguo situada en la dirección que da título al libro, en la triste ciudad de Londres de los años posteriores a la 2ª Guerra Mundial.

El inicio de la relación es estrictamente mercantil: la norteamericana busca volúmenes clásicos bien editados y se dirige a este comercio, ya que en la cosmopolita Nueva York donde reside no encuentra lo que busca. Con el tiempo, la relación va creciendo y derivando en algo más personal cuando la descarada y espontanea americana se involucra en problemas de los británicos, afectados por la escasez y el racionamiento de alimentos propios de la época de postguerra. Del intercambio de libros pasan al envío de bienes de primera necesidad y otros menos esenciales pero que no son de fácil adquisición para los ingleses, como medias para las damas. La actitud de la americana, deslenguada, divertida e irónica, contrasta con la exquisita prudencia y corrección que caracteriza a los británicos, pero poco a poco se va debilitando esta coraza de distanciamiento y ambas partes se involucran en una larga relación personal en la que se incluyen, no sólo los empleados y propietarios de la librería, sino también sus familias, algún vecino, etc.

Es este un hermoso libro sobre libros donde la atracción no se dirige sólo al contenido literario de los mismos, sino que alcanza al libro como objeto de culto, como testigo de vivencias, la americana adora tacto de estos objetos antiguos, admira las cuidadas ediciones, el olor del papel, incrementado por el hecho de ser libros ya usados, disfrutados por otras personas antes que ella lo que los hace más valiosos todavía. En palabras de la propia Helene:


"Me encantan esos libros de segunda mano que se abren por aquella página que su anterior propietario leía más a menudo. El día en que me llegó el ejemplar de Hazlitt, se abrió por una página en la que leí: «Detesto leer libros nuevos.» Y saludé como a un camarada a quienquiera que lo hubiera poseído antes que yo."
Y sobre un volumen de Orgullo y Prejuicio, comenta:


"el libro tiene todo el aire de parecerse a la mismísima Jane: piel suave, delgado, impecable."

Una visión, en fin, de dos sociedades diferentes, de unos personajes separados por un océano pero parejos en su pasión por los libros. Muy recomendable lectura, por tanto, para todos aquellos que compartan esta pasión.

No me resisto a citar, por último, a Helene, cuando se pregunta:


"¿Porqué será que personas a las que jamás se les pasaría por la imaginación robar nada encuentran perfectamente lícito robar libros?"

Una declaración de amor (loco) por los libros como ninguna otra.

miércoles, 5 de enero de 2011

The Help (Criadas y Señoras)

Me ha gustado mucho esta novela de Kathryn Stockett, situada en la ciudad de Jackson, Mississippi, en los años 60. Cuenta una historia narrada a tres voces: por un lado están las dos asistentas negras, Minny y Aibeleen, radicalmente distintas en personalidad pero ambas dedicadas desde muy jóvenes a servir a señoras blancas ocupadas en sus partidas de bridge y sus actos de caridad, que en ocasiones las tratan como parte de la familia, a veces como parte del mobiliario, pero siempre siguiendo las normas que marca la segregación racial, la distancia entre personas de distinta raza. A pesar de ello, las asistentas aman sinceramente a los niños blancos que crían y luchan por sacar adelante a sus propias familias, asumiendo siempre su posición de inferioridad como personas de color, que no tienen permitido compartir con los blancos ni los mismos asientos en el autobús, ni las escuelas de sus hijos, ni tan siquiera los platos, vasos o cubiertos en las casas en las que trabajan.

La tercera narradora es Skeeter, hija de unos terratenientes con plantaciones de algodón, recién salida de la universidad, no acaba de encontrar su sitio en la tradicional y puritana sociedad de su ciudad natal. Los momentos históricos que la rodean, la marcha de Martin Luther King, el asesinato de J.F. Kennedy, la nueva música que surge, los Rolling, Bob Dylan, le hace ver que se puede ir más allá de lo que le han enseñado sus padres. Y acaba ideando un proyecto en el que, ayudada por las criadas, volverá del revés los fundamentos de ese mundo sureño anclado en el pasado, lo que le costará la condena al ostracismo por parte de sus amigas, el fracaso de una posible relación sentimental con un chico de buena familia y tendrá que buscar un nuevo horizonte para su vida futura.

Narrado con un estilo sencillo, engancha sin duda desde el principio, todos los personajes, principales o secundarios están muy bien dibujados, la trama se sigue con interés y da qué pensar en cuanto a lo que tuvieron que soportar las personas de color en algunos estados norteamericanos hasta hace relativamente pocos años, en base a unas leyes absolutamente irracionales que limitaban sus derechos por el mero hecho de tener una piel de distinto color.