lunes, 31 de agosto de 2009

Leyendo sobre Roma


Estoy leyendo estos días “Roma. La novela de la Antigua Roma” de Steven Saylor, novela que narra de manera muy amena, a la vez que intensamente documentada, la historia de la ciudad de Roma, desde sus primeros fundadores hasta el fin del Imperio y me está sirviendo para revivir mi viaje a la que, para mi gusto, es la ciudad más bella del mundo, la Ciudad Eterna, porque no hay otro sitio donde puedas pasear sin necesidad de llevar guía, ni de planificar rutas, sólo dejarte llevar por sus calles y plazas, refrescarte en sus surtidores (nasoni) (instrucciones de uso: aquí ) siempre abiertos, perderte por sus callejones y tomar una pizza en cualquier esquina, porque, será que la pasión me ciega, pero en Roma todas las pizzas son deliciosas, todos los helados son sabrosos y no hay un spresso que defraude, si bien, tengo que recomendar, como el mejor café que he probado nunca, el que me sirvieron en el barecillo instalado en lo alto de la azotea de la Basílica de San Pedro, el que hay antes de emprender el ascenso por escalera a lo alto de la cúpula: un ristretto de verdad (apenas dos dedos de café) pero cuyo sabor aún hoy recuerdo como el auténtico sabor de Roma, junto con el de la ensalada de rúcula omnipresente.

Pasearse por los foros romanos es revivir la historia antigua, es un milagro que haya sobrevivido algo de los antiguos monumentos, si tenemos en cuenta que durante mil años los restos de estos edificios han sido utilizados como fuente de aprovisionamiento de materiales para las construcciones posteriores, los mármoles y materiales nobles, lógicamente, han ido desapareciendo para ser reutilizados en viviendas y edificaciones desde la época medieval,(un ejemplo es la puerta de bronce de la Basílica de San Giovanni Luterano que fue trasladada allí desde el antiguo edificio de la Curia, donde se reunían los senadores, o la famosa Bocca Della Verità que hoy decora la entrada de la iglesia de Santa Maria Cosmedin, para deleite de cualquier turista que se precie de tener una de las fotografías “de obligado cumplimiento” en Roma y cuyo origen pudo ser una tapa de la cloaca Maxima) e incluso el resto de materiales más humildes han sido reciclados a lo largo de los siglos por lo que los restos que hoy podemos disfrutar no son más que los supervivientes de estos expolios. Así y todo y sin necesidad de utilizar uno de esos libros con transparencias en las que se muestra el hoy y el ayer de las ruinas, podemos imaginarnos las calzadas romanas llenas de carros de mercaderes, de hombres con túnicas y mujeres con sus moños adornados con cintas y sus sandalias de cuero, que se cruzan en nuestro camino según vamos recorriendo los distintos enclaves que un día fueron el centro de la ciudad que constituía a su vez el centro del mundo.

Pero en Roma también hay más cosas. Roma es barroco y neoclasicismo, iglesias colosales, pequeñas capillas que esconden retablos magníficos, palazzos con sus portales monumentales, edificios rojizos y amarillentos que hacen cambiar el color de la luz del aire según avanzan las horas del día, para mí no hay como pasear por la zona de Navona, Campo dei Fiori, Piazza Venezia... cualquier edificio, cualquier capilla son inspiradoras. Sólo hacen falta unos conceptos mínimos de Historia del Arte y amor por la belleza de la arquitectura clásica, para poder pasar sin cerrar la boca del asombro durante muchos días seguidos recorriendo esta ciudad que jamás cansa y que siempre descubre secretos, historias y leyendas que enriquecen aún más las bellezas que contemplamos.

Planeo en un futuro no muy lejano volver a repetir la experiencia viajera y esta vez me gustaría hacerlo acompañada de mi hija, se lo tengo apalabrado, porque no creo que puedan transmitirse las sensaciones que provoca Roma sin pasear por sus calles y quiero compartir con ella todo lo que a mí me hace sentir esta ciudad, así que le voy a dar tiempo para que vaya adquiriendo unos conocimientos mínimos de Arte e Historia para que pueda disfrutar más todo lo que vea, además de buscarle la película “Vacaciones en Roma” que seguro que le encanta y cualquier día cogemos un avión y nos plantamos ante el Panteón que lleva 2.000 años recibiendo a los visitantes que quedan embobados al alzar sus miradas al óculus del techo y en ese mismo momento tienen la seguridad de que han llegado al centro del mundo.

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